EL RUMBO, EL VIENTO Y EL TIMÓN
Manuel Férreo: Director del Máster de coaching, intelligencia emocional, relacional y ciencia cognitiva
Estoy confuso. Siento que el viento me da en la cara y no sé qué hacer con él. Tal vez no se pueda salir a navegar sin saber. Uno que es osado. Haces años que la educación emocional se puso de moda y algunos nos subimos a ese “carro”. Años de estudio, lecturas y cursos. Ha sido un trabajo personal arduo y largo. Y no sólo para mí, sino que he tenido la valentía, si puede llamarse así al atrevimiento, de hacer partícipe a cuantos se han cruzado en mi camino, y que he considerado dignos de este proselitismo. Bueno, pues después de lo dicho, hay alguna cuestión que me confunde y quizás así lo he transmitido. Gestionar las emociones, no es necesariamente actuar ni hacer lo que se debe. El hecho de “ver”, entender y gestionar nuestra emocionalidad no nos capacita para perseguir y realizar nuestros sueños. Sólo conociendo lo que ocurre y cómo nos impacta no conseguimos obtener nuestros objetivos, y tampoco actuar “correctamente”. Yo entiendo que puedo sentirme mal y a pesar de todo hacer lo que “tengo que hacer” o lo “correcto” moralmente. La emoción no creo que tenga nada que ver con la racionalidad que marca lo que quiero o lo que moralmente me impongo, en base a mis valores. Éstos no tienen que ver con las emociones, en tanto en cuanto éstas nos informan de la adecuación de nuestros actos a lo que valoramos. La emoción informa y no conforma, y esta es mi opinión. No somos mejores o peores por el hecho de entender lo que nos pasa. Aunque es verdad que es bueno saber, esto no nos hace buenos ni malos. Los timadores son las personas más empáticas que se nos pueden aproximar. Don Juan Tenorio es el arquetipo de seductor y manejador de su emocionalidad de cara a imponer “sus asquerosos valores”. A pesar de todo seduce a muchos, porque hace sentir y eso confunde. Quizás la verdadera educación emocional deba incluir esta distinción, que al menos en mi caso se hace, pero no suficientemente. La vida cotidiana está llena de este tipo de confusiones. Algunos de nuestros alumnos vienen buscando valores para ellos y sus familias y lo que encuentran es un elemento informativo que les ayuda a entender, pero que no le da pautas de actuación en la vida. Y esto les confunde, y a mí me confunde su confusión. Y por eso me “frustro”, porque somos incapaces de transmitirlo. Pero seguimos intentándolo, no perdemos la esperanza. Nuestras actuaciones en pos de nuestros objetivos (buenos o malos moralmente hablando), no están marcadas por el entendimiento de nuestra emocionalidad sino por el manejo consciente de nuestra racionalidad en base a la información que nos proporcionan nuestras emociones. Ser competente se convierte así en decidir previa y conscientemente qué es lo que queremos para nuestra vida y nuestra contribución a la de los demás. O sea, entender lo que sucede a través de cómo nos vamos sintiendo. Algo así como el rumbo, el viento y el timón. Yo marco el rumbo y en función del viento manejo el timón para mantenerlo. No soy marino, pero creo que será algo así. Siento el viento y marcho hacia donde he decidido. Bien es verdad que a los no marinos nos deben enseñar a entender el viento. ¿Hay algún marino entre vosotros? Que cuente conmigo para su próxima travesíaManuel Férreo