¿Emociones digestivas?
Gema Sánchez Cuevas: Psicóloga
Gran parte de nuestras emociones puede que probablemente se encuentren influenciadas por los nervios en nuestros intestinos…
Un poco de historia…
La neurocientífica norteamericana Candece Pert y su grupo de investigadores, a mediados de los ochenta, descubrió unos grupos de moléculas llamadas péptidos, conocidos como los mensajeros moleculares existentes entre los sistemas nervioso, inmunológico y endocrino.
Los péptidos constituyen una familia de macromoléculas conocidas como endorfinas, hormonas, neurotransmisores, etc. Estos mensajeros son cadenas de aminoácidos que se fijan a receptores específicos situados en las superficies de las células del cuerpo.
A pesar de que desde siempre se haya considerado que estos sistemas están separados y tienen funciones diferentes, parece que se encuentran conectados en una sola red, conformando un sistema de información integrado. Todas las partes del cuerpo y de la mente “saben” lo que sucede en las otras partes del cuerpo y de la mente.
Otro descubrimiento importante, fue que los péptidos son la manifestación bioquímica de las emociones. Alteran la conducta y los estados de ánimo, evocando cada uno de ellos un tono emocional único. Así, los péptidos conforman el lenguaje bioquímico universal de las emociones.
Por lo tanto, si cada célula de nuestro cuerpo tiene miles de receptores en su superficie, abiertos a la recepción de péptidos, podemos pensar que nuestros estados emocionales anidan en la totalidad de nuestro organismo. Según la Dra. Pert “Los péptidos son las hojas de música que contienen las notas, las frases y los ritmos que permiten a la orquesta, que es el cuerpo, tocar como una unidad integrada, y la música resultante, es el tono corporal que vivimos como “emoción”.”
“Sentir con las tripas”
Gran parte de nuestras emociones puede que probablemente se encuentren influenciadas por los nervios en nuestros intestinos, expresa Mayer: nuestro intestino agria nuestro carácter.
Como sabemos, el sistema límbico es el área cerebral relacionada con las emociones. Éste, se encuentra enriquecido de péptidos, pero no es la única zona, ya que el intestino también se encuentro recubierto con receptores de péptidos. Por eso ocurre, lo que de manera coloquial conocemos “sentir con las tripas”, pues sentimos en ocasiones, nuestras emociones literalmente con el intestino.
Además, en 1999 Michael Gershon, profesor de la Universidad de Columbia, publicó un ensayo tras haber investigado durante más de 30 años el sistema nervioso entérico, afirmando que el intestino está revestido de millones de neuronas, sintetizando y devolviendo neurotransmisores, es por eso que algunos autores ya hablan del “segundo cerebro”. Este pequeño cerebro de nuestras entrañas, en conexión con el grande de nuestros cráneos, determina de alguna manera nuestro estado mental, jugando un papel clave en algunas de las enfermedades de nuestro cuerpo.
Otro aspecto interesante a destacar de todo esto, es que se descubrió que aproximadamente el 90 % de la serotonina se produce y almacena en el sistema nervioso entérico, cerebro digestivo o segundo cerebro, además de otros neurotransmisores.
La serotonina además de ser la hormona de la felicidad y bienestar por excelencia, también ayuda en los procesos de digestión. Por esto, parece haber una conexión entre el movimiento intestinal, la digestión y el humor. Así, este segundo cerebro parece tener un vínculo profundo con nuestras emociones y bienestar.
Pero, ¿cuál es la relación entre el segundo cerebro y el centro emocional?
Todos conocemos expresiones que reflejan la intima relación entre las emociones y el aparato digestivo:
“Tengo mariposas en mi barriga”, “Me hace un nudo en el estómago”, “Es difícil de tragar”
Según Michael Gershon, parte de nuestro bienestar físico y cotidiano depende de nuestro “segundo cerebro”. Esto es debido a que aparte de la serotonina, en el cerebro entérico se producen otras sustancias psicoactivas que influyen en nuestro estado de ánimo, como la dopamina, neurotransmisor relacionado con las sensaciones de placer, dolor y calma.
Por ejemplo, drogas como la morfina o la heroína actúan tanto en los receptores opiáceos del cerebro como en los del intestino, pudiéndose hacer ambos sistemas adictos.
Cuando el estómago se hincha, sentimos esa sensación de ardor, hay un estreñimiento o diarrea, quizás detrás haya una emoción. Son síntomas, mensajes directos e indirectos de nuestro propio cuerpo y el centro emocional.
En la medicina convencional, se están descubriendo parte de las funciones importantes del sistema entérico, pero no debemos olvidar que ya en la medicina oriental, el vientre era considerado como el centro vital del organismo desde hace tiempo. Ya en el Papiro Smith, podía leerse que el estómago era la desembocadura del corazón.
La cuestión de que se nos cierre el estómago o que tengamos gran necesidad de comer, parece no tanto una cuestión de nuestro primer cerebro, sino de aquel que escondemos entre nuestras entrañas. O más bien una relación dialéctica entre ambos. Aún nos queda para averiguarlo… Quizás la cuestión está en utilizar bien nuestro primer cerebro para poder llegar a ser delicados con el segundo.
Bibliografía consultada:
-Ghershon, Michael D. (1999). The second brain. HarperCollins.
-Matveikova, Irina. (2011). Inteligencia digestiva. Madrid: La esfera de los libros.
Gema