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Desde mi Convalecencia-2

  • Posted by Manuel Férreo
  • Categories N-Accion
  • Date abril 16, 2020

DEMIAS

Demia es una palabra-componente (un sufijo) que procede del griego antiguo: demos. Significa, gente, pueblo. De ahí derivan muchas palabras del castellano, como democracia, demografía y muchas otras. Pero también se está usando en este momento para denominar este fenómeno que nos está arrasando sanitaria, socialmente y económicamente.

Pandemia (RAE): “Enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”. (Aquí la RAE da por hecho que conocemos la palabra epidemia, que es otro derivado algo menos grave, por su menor expansión territorial).

Pandemia es una palabreja que estoy seguro que, un porcentaje alto de la población, no conocía hasta hace unas semanas. Y cuando entendieron su significado, un porcentaje alto negaron que estuviera entre nosotros (y me incluyo).  Ahora todos la aceptamos, sabemos qué es lo que la está provocando y sabemos que sus consecuencias son letales, aunque no acabamos de conocer de dónde ha salido ni cómo funciona realmente. Es, por el momento, una gran incógnita.

Muchas personas han descubierto ahora que esto no es la primera vez que ocurre y que ha habido pandemias terroríficas a lo largo de la Historia. La más reciente, la de la gripe de principios del siglo XX, cuyo injusto apellido no recordaré. Mató, según cálculos, a unos 100 millones de personas. ¡Y hace sólo un siglo! Claro que eran otros tiempos, aunque no tan lejanos como para que quiénes nos gobiernan actualmente se hayan olvidado (el resto de los mortales tenemos más perdón). Incluso en años más recientes ha habido algunos intentos por parte de algunos “bichos” de provocar alguna que otra pandemia, aunque con mucho menos éxito que en esta ocasión. La gripe aviar, el SARS, y alguna más por ahí nos asustaron mucho. El Ébola creo que no llegó a eso (¡y el juego político que dio!). Éstas si las recordamos, son recientes.

Vivimos tiempos más cómodos y agradables gracias a la Ciencia y a su hermana pequeña, la Tecnología. También somos más sofisticados socialmente gracias al pensamiento humanista. Esto hace que seamos más vulnerables, por difícil que sea de creer. Esta vulnerabilidad conlleva la posibilidad de que otros “bichos” nos ataquen y provoquen otras curiosas demias (la sustantivación es mía), algunas de las cuáles quiero enumerar.  Seguramente cuando leáis esto se os ocurrirán algunas más pero al menos me permito empezar, y me voy a permitir desarrollar algunos fenómenos que incluyo en este curioso concepto.

Es obvio pensar cómo diariamente estamos siendo infectados por datos de todo tipo, a nivel mundial y por todos los medios. Tal cantidad ha hecho que se conviertan en un “bicho” sobrevenido al de la propia pandemia del COVID-19. Durante estos días, los datos que nos dan sobre la original, tengo la sospecha que son excesivos. Muchos de ellos no sirven para nada o son repetidos hasta la saciedad, perdiendo su frescura y nuestro interés. Pero si no nos hacemos conscientes, el “bicho” nos  contamina. Es fácil pillarlo y pasar como paciente de esta demia, a la que yo he denominado con estilo libre: DATADEMIA. En cualquier caso, si crees que estás infectado, tienes que saber que puede haber tratamiento consistente en no estar tan atentos a quiénes los transmiten.

Cuando el “bicho” anterior, tomando datos sesgados e incorrectos, se combina con opiniones de todo tipo y además se le pone intención de engañar, se hace aún más dañino. Por lo que provoca una más amplia y peligrosa demia como es la que denomino INFODEMIA. El resultado es que la información que nos llega sea de poca o nula moralidad (me permito este término aunque sé que es difuso y controvertido). Para que sea aún más grave, se mezclan, especialmente por ideólogos políticos sin ninguna vergüenza. Esa manera de informar nos hace estar bajo la más terrible de las demias (si excluimos la del COVID-19, claro). Afecta a información sobre el pasado, el presente y sobre todo, el futuro. Llega el momento en que todo el mundo se permite opinar sobre qué sucederá en los próximos meses, o incluso años (esto de esencialmente de los contaminados por la ECONODEMIA, que es una variante muy extendida de la anterior y diría que incluso más dañina).

Otra variante de la anterior, aún más dañina es la BULODEMIA (o FAKEDEMIA, si prefieren). Es otra mutación del “bicho”, que te deja el cerebro hecho puré y necesitas también ponerte en cuarentena para sobrevivir. Es difícil aislarse porque lo que trae a nuestro conocimiento, suele ser muy atractivo, por morboso y bien presentado (poesías, canciones, videos, prosa lírica) y, en muchos casos, por personas que influyen en la masa y nos resultan atractivos. Nos llama mucho la atención y nos contamina de manera fulgurante si apenas ser conscientes. Los bulos nos entran sin darnos cuenta, pero son también muy dañinos para nuestra salud mental.

¡Bueno! Y qué decir de la CONTROLDEMIA. Qué decir de ella que no sea obvio. Junto con la pandemia del COVID-19  y, a consecuencia de ella según parece, estamos sometidos a una manera de vivir que va justo en contra del estilo que hemos llevado hasta el momento y a la que le hemos cogido gusto, por confortable y saludable. El “bicho” que la provoca toma el control y conoce lo que hacemos, a dónde y cuándo vamos, e incluso parece que aún puede ir más allá, gracias a las tecnologías de las que tanto disfrutamos. En definitiva, permite que seamos controlados. El resultado de esta demia es que alguien sabe siempre cómo y dónde estamos, con quién nos relacionamos, y todo lo que se pueda imaginar en cuanto a control.

No obstante, lo cierto es que es la demia que mejor llevamos psicológicamente, porque nos parece que es una amiga y aliada para combatir la pandemia del COVID-19. Algo así como un tratamiento o una vacuna (la única que parece ser que tenemos en este momento). O sea que bien por ella porque, aparentemente, no sólo no nos parece grave sino que le estamos dando la bienvenida. No obstante tengo la sensación de que este “bicho” ha venido para quedarse mucho más tiempo que la pandemia del COVID-19 y en ese caso será peligroso y un enemigo más contra el que pelear. Ojalá me equivoque y esta demia pase pronto.

No me quiero olvidar de otro “bicho” que hace tiempo que nos tiene contaminados sin que seamos conscientes. Estamos bajo una TECNODEMIA que no creo que sea necesario explicar en qué consiste, pues ya su nombre se ocupa de indicarlo. Eso sí, en este momento se ha extendido mucho más de lo que ya estaba. No se conoce bien el número de horas de media que, hasta hace unos meses, le dedicaba la población al uso de las tecnologías, pero lo que sí aventuro es que se ha multiplicado por varias veces. Además ha infectado a personas que no lo estaban previamente y su expansión tiene mucho que ver con la anterior (la del control) y va en el mismo paquete que ella. Cuanto más se ha extendido la controldemia, más se ha incrementado la tecnodemia. Más tiempo libre en casa y menos tiempo social, pues más uso de la tecnología. Por supuesto tiene múltiples variantes. En algunos casos, los menos severos, ha aumentado el tiempo de uso del móvil en modo audio, es decir, llamadas telefónicas. En otros casos se ha extendido el uso de apps como washapp, skype o zoom. De estas últimas, muchas personas era la primera vez que sabían de ellas. Ha sido en estos días cuando las han descubierto, pero les acompañarán con toda probabilidad el resto de su vida. Son las secuelas que el tiempo dirá si son buenas o no tanto. Pero esta demia tiene un punto muy positivo, y es que ha conseguido aliviar otra demia de gran repercusión y de extrema gravedad como es la siguiente a la que me quiero referir.

Como ya he esbozado anteriormente, nuestra especial manera de vivir en los últimos años ha hecho que, a pesar de las crisis económicas periódicas y de los desastres que provocamos (y los que la naturaleza provoca), gocemos de un gran nivel de vida (socio-económicamente hablando). Un porcentaje muy amplio de la población siente que está significativamente bien con su estatus, sus relaciones, su economía doméstica, aunque quizás no tanto con los empleos que permiten las condiciones anteriores. Pues bien, la imposibilidad de seguir viviendo de esa manera aunque sea de manera provisional, hace que el “bicho” de la melancolía haya anidado en nosotros y estemos bajo la que denominaré como MELANCODEMIA. Esta pandemia (y me refiero a la del COVID-19) ha provocado, de manera drástica, la ruptura del nivel de bienestar percibido de muchas personas, y en la mayoría una disminución de sus ingresos monetarios con las consecuencias que ello producirá. Toda nuestro quehacer diario en estos últimos meses está impregnado de melancolía acerca de nuestra manera de vivir de hace escasamente dos o tres meses. Un desarrollo muy rápido y de cierta gravedad. Presumo que será de lenta recuperación porque pocas cosas volverán a ser como antes en el corto plazo, y en largo plazo, ya veremos. Sabemos que habrá que aceptar secuelas y pérdidas acerca de nuestro tradicional estilo de vida. No es difícil pensar que nada volverá a ser lo mismo para un porcentaje muy alto de la población y será necesaria una gran dosis de aceptación. Mientras tanto vivimos dentro de ella y con ella.

La melancolía no es un estado emocional que podamos considerar excesivamente dañino, salvo que nos tiene postrados y dedicando una cantidad de horas a usar la tecnología, ya sea por trabajo, por relacionarnos o por exceso de ocio. Pasamos muchas horas leyendo escritos bonitos, viendo videos estupendos, escuchando y viendo mensajes de amigos y familiares. Y todo ello, esperando el pitido del final, que confiamos en que será pronto. Algunos incluso creen que todo volverá a ser igual, mientras que otros creen todo lo contrario. Muchos piensan que aprenderemos de todo lo que está pasando y otros muchos que se nos olvidará tan pronto como recuperemos la vida anterior. Mientras llega ese momento, seguiremos soportando este “bicho” y bajo esta demia.

No me quiero extender más, lo obvio es que los más damnificados en estos momentos son los que han soportado el “bicho” denominado COVID-19 y están bajo la pandemia, pero también para éstos y todos los demás, la siguiente en la escala de gravedad es la PENADEMIA. Estar colonizados por el “bicho” de la tristeza hace que estemos ante una situación emocionalmente muy vulnerables. Muchos de nuestros amigos, vecinos y, sobre todo familiares, están despareciendo. La pena nos inunda y no hay nada que nos pueda consolar. En muchos casos ni siquiera hemos podido despedirlos. Tampoco nos han dejado y tampoco teníamos prevista su inesperada despedida. Muchos de ellos han fallecido en la más penosa de las soledades que es la muerte en soledad. Y para rematarlo del todo, han sido inhumados o cremados también en la más triste de las situaciones. Muchos de ellos no sabemos ni dónde están y si algún día los encontraremos. No sabemos cuándo pasará el duelo social (los individuales tardarán más, en la mayoría de los casos), pero deberemos reflexionar sobre ciertas formas de tratar a ciertos colectivos. Se nos ha llenado la boca de hablar de los pilares del bienestar social del siglo XX (y la continuidad en el XXI), pero un “bicho” tan pequeño como el que nos ocupa que mide pocos nanómetros (una millonésima parte de un milímetro), puede que se lleve gran parte de esos pilares por delante.

Por mucho que especulemos debemos tener en cuenta que, al estar infectados por todos estos “bichos” y por lo tanto soportando estas demias no conocemos las consecuencias finales que nos traerán. Puro ejercicio de visión, que mejor dejárselo a personajes como Nostradamus y sus vaticinios medievales y sus profecías.

Por mi parte, confío en que esto sea sólo un ejercicio de lectura curiosa. Lo que realmente me preocupa, ni siquiera me atrevo a escribirlo, tal es el dolor que siento estando bajo el influjo de estas demias, porque a mí me han pillado todas, o así lo siento. Afortunadamente, del resto puedo salir sólo si me lo propongo. A mí, del COVID-19 me han cuidado y me siguen cuidando para poder salir, y así lo estoy consiguiendo poco a poco.

Año cero del Cisne Negro

Manuel Férreo

 

Es algo así como una meta-pandemia.

 

 

Manuel Férreo

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