Desde mi Convalecencia
Para quien tenga dudas o desconocimiento, tengo que decir que ahora contamos socialmente nuestros años desde que nació Cristo (2020 años desde que eso sucedió). Según las consecuencias de ese contador estamos en tiempo de Semana Santa y estaría bien tener claro quién fue este personaje. Para los creyentes, Cristo era el hijo de Dios que vino a la Tierra a sufrir y a conseguir que fuéramos mejores (¡se ve que la gente de aquella época era terriblemente mala!) y confío que para los que no son creyentes, al menos Cristo sea un referente de buenos valores. Una vez aclarado quién es el personaje, nos centraremos en los Mártires. Aquellos que hacían suyos los valores de Cristo y que, a diferencia de su “maestro”, en general, no lo hacían de manera voluntaria, sino que eran forzados.
Año 0
Pues bien, quiero pensar que este año 2020 será el nuevo año cero para muchos de nosotros. Un nuevo comienzo desde el que volvamos a contar nuestra vida cotidiana: los grandes acontecimientos, los nacimientos, las muertes, las guerras, los descubrimientos, etc.
¿Y por qué digo esto? Pues porque están muriendo muchos mártires anónimos en circunstancias especiales. Siendo así, deseo que su sacrificio suponga el fin de una era. Al menos de una “edad” de esas que nos contaban en la escuela a los de mi generación. Yo me quedé en la Edad Contemporánea, que empezaba con la Revolución Francesa, allá por 1.789, nada menos. No sé si ahora se cuenta igual, pero no importa. Personas que tanto nos dieron y que, en estas circunstancias especiales se están yendo calladamente.
Para ir centrando lo que quiero plantear, me gustaría dar mi opinión acerca de algo:
Desde mi generación hasta la vuestra, sea cual sea, no hemos vivido nada más que privilegios. Pocas personas saben lo que es un “Cisne Negro”. Recomiendo una lectura interesante sobre este tema (Nassim Taleb). Pues bien, estamos ante un “Cisne negro”: sanitario, social y económico de consecuencias imprevisibles. Ha llegado cuando llegan los Cisnes negros por definición, cuando menos lo esperas. Cuando todos estábamos extasiados viendo los Cisnes blancos del progreso en los estanques de nuestras maravillosos hogares y ciudades. Los que tienen que ver con nuestro bienestar. Ése que quizás muchos ni habremos merecido. Dada la transcendencia de lo ocurrido, propongo que contemos a partir de este nuevo año. El año del Cisne negro del COVID-19.
El año del Cisne negro del COVID-19
Ahora bien, ¿qué nos ha traído este Cisne negro?
Pues situaciones muy dolorosas. Entre ellas, una muy importante: el mes pasado, por primera vez desde que hay datos, el número de pensionistas disminuyó. Para los que seáis de “letras” os diré que eso significa que esa generación que es justo anterior a la mía está siendo diezmada a una velocidad mayor de la que ha sido hasta este momento.
¡Bueno! Pues ya tenemos los nuevos mártires.
Con ello me estoy refiriendo a esa gran generación que construyó nuestra clase media a pesar de la situación política y económica que vivieron. A esa que hizo la Transición política a nuestra “democracia” al final de la década de los setenta. Esa Transición que fue mucho más difícil de realizar de lo que muchos piensan (yo la viví, os lo aseguro). Esta forma de convivencia que ahora muchos menosprecian e infravaloran. Que quieren cambiar lo antes posible, porque no responde a la inmediatez y facilidad de obtener lo que ellos desean (como todo lo que han tenido en esta vida, desde que nacieron), pero que ha hecho que lleguemos hasta aquí de una manera jamás vista en la historia de nuestro país.
Personas de una generación que vivió la posguerra civil (incluso los más mayores también vivieron la guerra de forma directa). Muchos vivieron el exilio y las torturas, y todos, sin excepción, la muerte y la miseria a su alrededor durante los primeros años de la dictadura. Después, los que sobrevivieron, tuvieron que moverse de sus pueblos, de sus casas, emigrar a las grandes ciudades, comprar o alquilar pequeños pisos construidos expresamente para ellos (de una calidad ínfima). Tuvieron 3 o 4 hijos por familia y los (nos) sacaron adelante trabajando. Él en más de un trabajo (entonces se llamaba pluriempleo) y ella en casa sacando otro sueldo con la inteligencia que da la necesidad de “multiplicar los panes y los peces” (esto sonará raro para la generación actual).
Sí, sí, a lo que iba. El destino quiere que estos hombres y mujeres, nuestros abuelos y abuelas (personas muy mayores), estén pagando el “principal de la deuda” con la vida. ¡Como si no hubieran pagado ya bastante! Están muriendo a miles, y lo peor, casi abandonados socialmente (no me refiero a que les abandonen la mayoría de sus familias, claro). Sólo en nuestro país, y hasta el momento, más de 4.000 abuelos/as han “pagado el pato” de esta desgracia que nos tiene a todos llenos de miedo.
Los que más están desapareciendo son aquellos que ya estaban retirados de casi todo. Aquellos que están en residencias porque no nos podemos hacer cargo de ellos. Por lo tanto ya no cuidan de nuestros vástagos y con su pensión pagan la residencia y que ya poco nos llega de lo que obtienen por sus merecidas pensiones. Sólo quieren que alguna vez nosotros o nuestros hijos vayamos a visitarlos. No voy a criticar a nadie por esto, yo creo que está bien que así sea. Personalmente puede que lo haga cuando mis fuerzas me abandonen y no se lo reprocharé a nadie. No estoy dispuesto a cargar a nadie con responsabilidades que le hagan más difícil la vida, salvo que no tenga más remedio. Es nuestro sistema social, el que hemos elegido, pero lo hemos dejado abandonado. Podemos atenderles mejor.
Con esto sólo quiero robaros un minuto y soy consciente de la generalización que estoy haciendo, pero espero que sirva para reflexionar. Me parece una injusticia vital que sea esa generación, esos hombres y mujeres que dieron los mejores años de su vida por porque sus hijos tuvieran una vida más confortable que la suya, sean los grandes paganos de esta situación. Que aquellos que se esforzaron porque todo fuera mejor, estén muriendo de la manera en que lo están haciendo: solos o casi en soledad. Están siendo enterrados o incinerados poco menos que en la clandestinidad. Que sean los mártires. Todos sabemos que no lo merecen.
¿Por qué no aplaudimos también a nuestros abuelos y abuelas?
Escucho cada día a las 20 horas los aplausos que la sociedad regala a los profesionales sanitarios.
Pero ¿por qué no aplaudimos también a nuestros abuelos y abuelas?, a esos que están muriendo en masa. Al menos, insto a que la sociedad se acuerde de ellos, porque muchos de ellos están muriendo en condiciones lamentables. Necesitamos mejores residencias y mejores condiciones en ellas para este periodo de la vida, en general más melancólico y con más necesidades de ayuda y cariño. En estos momentos, por falta de previsión, de asistencia real y de medios adecuados, se nos están yendo silenciosa y vergonzosamente muy solitos. Son los mártires de la era que comienza.
En cuanto a nuestros profesionales sanitarios, me atrevo a decir que ellos preferirían que esta sociedad les trate mejor todos los días. No son héroes, son profesionales estupendos. Yo creo que preferirían que no les den tantos aplausos (aunque no digo que sobren) y que les respeten más. Que les aporten mejores remuneraciones (que las merecen), mejores condiciones de trabajo, mejores contrataciones, que no les hablemos y tratemos mal (en general, no lo merecen), que no les persigamos judicialmente de forma injusta, que reciban una formación moderna (empezando por la revisión de las carreras universitarias obsoletas y demasiado largas). etc. Y no digamos en casos como este que estamos viviendo. Que les estemos haciendo trabajar sin medios, sin protección, sin hacerles las pruebas necesarias, infectándose y, en muchos casos, infectando a pacientes. Muriendo en muchos casos. Y no quiero seguir porque me pongo muy malito, con pensar lo abandonados que están. Luchando con poco y contra todo. Pura vocación. Y muchos piensan que esto ha ocurrido por los famosos recortes que hubo hace bastantes años. Por cierto, sí, el primer adelgazamiento para el que no lo recuerde, fue la bajada del ¿x%? de los sueldos de aquellos a los que ahora aplaudimos. Después vinieron otros recortes claro, pero ese fue el primero. Esto es un maltrato generalizado y mantenido en el tiempo que se ha multiplicado en estos días por la falta de previsión y de apoyo real. ¿Se han preguntado para qué sirve el aplauso? En definitiva lo que creo que quieren es que les consideremos de verdad. Que nos creamos que son el pilar básico de este sistema sanitario del que tanto presumimos, que lo son. Y ahí siguen. No digo que dejemos de aplaudirles. Lo que si digo es que seguro que preferirían disponer de lo que he comentado anteriormente. Personalmente quiero dar ese aplauso a quiénes me han cuidado este tiempo y en otro pretérito, pero también me gustaría que, como sociedad, les cuidáramos mejor, pues Lo merecen con creces. Ese es el mejor aplauso que podemos brindarles.
Así que, resumiendo, aplausos a nuestros sanitarios sí, pero sobre todo mejor trato. Que no se nos llene la boca de buenas palabras, las intenciones de buena voluntad y las palmas de sonoros aplausos. Hagamos socialmente realidad lo que se merecen.
Y sobre los que se nos están yendo, nuestros mayores, nuestros mártires, qué quiero decir. ¡Nos han dado tanto! tanta sabiduría, tantas enseñanzas, tanto amor, tanto consuelo, tanta tranquilidad, tanta presencia, y……en algunos casos, tanto dinero, que no es justo que les abandonemos ahora. No podemos dejarles ir como lo estamos haciendo, son la base de lo que nosotros somos ahora. Ellos también fueron niños juguetones, jóvenes descubridores y adultos trabajadores. Somos lo que somos en parte, gracias a ellos. Lo han dado todo recibiendo muy poco a cambio. Aún no es tarde, vamos a cuidarles y quererles más socialmente. Propongo que, de momento, también les aplaudamos, lo merecen tanto, tanto, tanto… Son nuestros mártires del 2020 se han ganado con creces ese aplauso, pero sobre todo, pongamos medios para que no vuelva a pasar y tengamos nuevos mártires, ya están siendo demasiados.
Iniciemos de verdad una nueva era. Cuidemos a nuestros profesionales y evitemos tanto mártir, cuidando a nuestros mayores. No nos será tan difícil.
Y, por supuesto, sigamos aplaudiendo también, eso tranquiliza conciencias.
Manuel Férreo
Año 0 del Cisne negro