Inteligencia Emocional: inyección de bienestar en la figura del Médico/a y beneficios en la relación con sus pacientes
Esther Cazalla, alumna de la novena promoción del Máster de Coaching, Inteligencia Emocional, Relacional y Ciencia Cognitiva
Se ha hablado mucho, y se sigue haciendo, de la importancia de la relación médico-paciente. Todos estamos deseosos de “sentirnos cuidados” cuando acudimos a un profesional sanitario. Es una de esas situaciones comunicativas donde en muchas ocasiones la vulnerabilidad aflora y necesitamos un “extra” por parte del profesional. Y hablo de “extra”, porque cada persona, con su mapa mental, necesita “ese algo” que sólo uno sabe, para algunos una sonrisa, para otros, una mirada que implique confianza…Además, en este tipo de situaciones, la comunicación no verbal toma un especial protagonismo y nuestros sentidos están expectantes, al acecho de extraer información, se agudizan nuestras interpretaciones ante una expresión facial¸ un movimiento, una respiración…y es indudable que, todo ello, sin duda, nos predispone ante la acción de una forma u otra.
Durante cientos de años, y con la existencia de muy pocos medicamentos, los componentes terapéuticos del médico/a fueron la actitud cuidadora, la empatía y la compasión. Sin embargo, con los grandes avances científicos, y el desarrollo de las especialidades médicas, los aspectos técnicos cobraron un notable protagonismo, y los mecanismos psicológicos relacionados con la salud y la enfermedad, perdieron fuerza.
Durante ocho años he coordinado servicios médicos, estar día a día cerca de los profesionales me ha aportado una información muy valiosa, me ha ayudado a empatizar con sus necesidades y preocupaciones, y a la vez, me ha motivado a profundizar en el entramado mundo de las emociones para contribuir con mi granito de arena a su bienestar. Ciertamente, cuando empecé, sentía al profesional como un “ente”, como si la bata blanca les concediera ese súper poder de la empatía, cercanía, autocontrol…y lo que me encontré fue, que al igual que en otras profesiones, esta capacitación está más o menos desarrollada, y que es un aprendizaje magnífico para la mejora de su calidad de vida y de su relación con los pacientes.
Y es que, aunque suene a perogrullada, “antes que médicos/as son personas”, y la valiosa formación que se requiere para desarrollar toda una serie de competencias relacionadas con la inteligencia emocional, hoy por hoy, no están del todo presentes en el mundo académico.
Existen numerosas especialidades médicas, unas más enfocadas al paciente que otras, pero, en definitiva, el estar presente, cuando alguien requiere ayuda, estableciendo una relación empática, ya de por sí, supone un remedio terapéutico.
En mis entrevistas de selección ya se hacían patentes los profesionales con más o menos gestión emocional, y esto, sin duda, marca la diferencia, y en muchos casos, la excelencia. Ante la pregunta, “¿cómo gestionas una situación emocionalmente crítica con un paciente o familiar?”, se abría un gran abanico de respuestas, y es donde se hacía palpable la importancia del desarrollo de las competencias de la inteligencia emocional. Por supuesto, que la dimensión del conocimiento técnico es vital, desde aquí el médico/a asiste a la enfermedad, pero la humana, no lo es menos, es desde ahí donde trata a la persona que la padece, ambas imprescindibles y complementarias.
Convivir día a día con nuestras propias emociones supone en muchos momentos un auténtico reto, si además, a esto le sumamos la carga emocional de una profesión donde se trata con personas que sufren dolor, que se sienten asustadas, angustiadas, tristes…la necesidad se hace mucho mayor, y de modo bidireccional: entender mis emociones, las de los demás, saber regularlas y no ser reactivos ante situaciones externas en las que nos sentimos descontrolados, agotados…
Es una realidad, que no podemos cambiar muchas de las situaciones que vivimos, pero la extraordinaria noticia, es que sí podemos modificar la forma en la que nos enfrentamos a ellas, con más recursos, herramientas, en muchos casos, modificando nuestro diálogo interior…y lo que un día nos parece imposible, de repente, comienza a cobrar sentido, aprendemos quienes somos, a cuidarnos, gestionarnos, mimarnos, poner límites, aprender a decir no…y tantas y tantas cosas que nos aporta la inteligencia emocional.
Mi vida hace un año cambió, te animo con una enorme sonrisa desde el corazón a cambiar la tuya!!!! conecta con lo mejor de ti y adelante!!!. La humanización de la sanidad depende de TODOS, médicos/as y pacientes, empatizando unos con otros.
Esther
Marzo-2016