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LA BONDAD CARTESIANA

  • Posted by Manuel Férreo
  • Date agosto 10, 2014

Manuel Férreo Cruzado: Director del Máster de coaching, inteligencia emocional, relacional y ciencia cognitiva

Si estoy en lo cierto, ahora podría explicarme y tratar de descubrir las razones de mi escaso éxito con el género femenino. Muchas personas piensan que a las mujeres, en general, les gustan los chicos “malotes”. Conclusión, yo podría ser el ejemplo personalizado de la bondad. Y como diría un amigo mío, ¡y me quedo corto!

Si definimos resultados como consecuencia de actuaciones que conducen a objetivos, concluiremos que si éstos no se logran es porque o bien no se ha llevado a cabo un plan de acción adecuado, o las acciones realizadas han sido un fracaso. En conclusión, el que lo ha planeado y realizado es un incompetente. Así que ahora lo entiendo todo.

Desde un enfoque pseudocientífico ¿Es la bondad una competencia emocional? ¿Tal vez es la número veintiuno que se le ha pasado a Daniel Goleman y a su equipo? ¿Si es así, en que cuadrante emocio-relacional está encuadrada esta competencia? ¿El EIConsortium la tiene recogida en sus estudios y programas? ¿Habrá hecho algún estudio sesudo la Universidad de Wisconsin del oeste?

Si así fuera, ya podemos intuir lo que los departamentos de recursos humanos harán. Dado que han empezado a darse cuenta que la gestión emocional es la clave para asegurar profesionales de éxito demandarán a este tipo de “buenos tipos”, que obviamente tendrán un nivel importante en  esta competencia. Los estudiosos de la inteligencia emocional no tardarán en aportar potentes estudios que nos dirán el nivel socio-relacional de la última promoción de santos, o de los indicadores de buenas obras que deberán tenerse en cuenta para organizar y repartir los dividendos de los consejos de administración de las organizaciones.

Las consultoras tampoco se quedarán cortas y no tardarán en aportar cursos, programas formativos y de assesment para satisfacer las carreras de adoración, beatificación y canonización.

A lo mejor esto no es tan absurdo como parece, y ¿por qué no podría ser una competencia emocional la bondad? Podemos entender su tratamiento partiendo de una visión racionalista. Algo así como definir las coordenadas cartesianas del concepto y ubicar su nivel en función de los niveles de las variables en sus ejes.

Veréis, los matemáticos se sentirán encantados. Se podría explicar que un sistema cartesiano con tres coordenadas espaciales tendría:  una variable es la parte instintivo-emocional, la otra cognitiva y la tercera es la ejecutiva. Visualizando el plano con tres dimensiones situaremos el nivel de bondad en el punto que corresponda. Es decir, tanto tiene de espontáneo o instintivo, tanto tiene de interés propio y tanto tiene de voluntario.

El primero vendrá establecido por los parámetros del animal que somos. Hay hechos que podrían parecer de malos, como lo que hace el león con la gacela, y constituirían un eje del espacio tridimensional.

El segundo vendrá dado por el nivel de interés en lo que queremos conseguir nuestros objetivos, sin importarnos nada más, dado al más puro estilo egoísta. Es decir, tanto como el nivel de “ir a lo nuestro”.

El tercero será establecido por el nivel de castración educativo y cultural del individuo en cuestión. Es decir, cuánto está dispuesto a fastidiarse y a privarse de lo que quiere, si repercute negativamente en otros. Y éste depende de su entorno político, histórico, económico. Así como también del sistema educativo y de la clase social a la que ha pertenecido y a la que pertenece en el momento de su evaluación. Y sobre todo la intensidad con que sus progenitores les hayan transmitido ciertos “valores”.

Creo que este enfoque sería novedoso y permitiría estudiar comportamientos bondadosos en relación con cada una de las variables. Como he dicho, los matemáticos estarían encantados de obtener derivadas bondadosas, integrales de superficies de bonhomías o trigonometría de la gente buena.

También se podría dar otro enfoque escolástico en el que todo lo anterior esté supeditado a considerarlo algo más. Una especie de virtud otorgada al ser humano y que es consustancial a él. Un asunto transcendente y de la divinidad que a su vez pueda ser explicado racionalmente (no sé cómo). Ante esto tengo poco que opinar pues es la fé contra la razón y yo estoy más cerca de lo segundo. No sigo el twitter de Tomás de Aquino y la verdad, creo que ya muy pocos lo retwittean. Este permite pocas posibilidades de carrera y menos de negocio, salvo para quien lleva siglos haciéndolo de manera reglada y comprometida con su coherencia que todos sabemos quienes son.

Quizás un enfoque ecléctico entre lo cartesiano y lo divino vendría dado por el estudio sistemático de virtudes y fortalezas humanas, tal como hace la psicología positiva. He de decir, que Martin Seligman y sus correligionarios se acercan bastante a este concepto, pues lo bordean en algunas de ellas. Lo tratan como una gran potencialidad para conseguir la excelencia personal y profesional. Para mí, es lo más parecido a una competencia, que puede entrenarse y que por lo tanto no plantea ninguna excusa a todos aquellos que van por la vida de animales, de psicópatas o de infancias duras. La única excusa es la ignorancia y para eso no tienen más que leer este artículo  u otras publicaciones, tal vez, y sólo tal vez, mejores.

Mi visión no sé donde encuadrarla, decidid vosotros. Para mí, ser bueno es un acto de la voluntad, limitada por el entorno y por el instinto, claro,  pero que sólo requiere eso, voluntad al noventa por ciento. Querer serlo con independencia del impacto en los propios intereses. Y por eso, no he conocido personas buenas, sino personas que realizan actos bondadosos. De esos sí, conozco muchos y algunos muy cercanos. El ser humano tiene una dimensión libre, no sé en qué medida extensa o intensa, pero así lo creo y en función de ella puede decidir. Para esto quizás se necesitan argumentos y estructuras mentales. Esto sí puede proporcionarlos la psicología positiva, lo puede trabajar el coaching con su metodología o encuadrarlo en el aprendizaje de ciertas competencias emocionales. No sé, pero yo iría por ese camino.

Ah! y preguntad al género opuesto por lo que les gusta. Si les enamora que les machaquen o que sean amables y se porten bien con ellos. Por mi parte, me gusta más lo segundo, aunque lo aplico al otro género.

Supongo que mis seculares fracasos con las féminas, tal como empecé diciendo, se deberán a otros factores que será preciso analizar por su transcendencia personal, en otros escritos, ya que normalmente no ha sido por mi voluntad.

Manuel Férreo

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