PORQUE YO LO VALGO
LUISI LÓPEZ: Alumna de la quinta promoción del Máster de Coaching e Inteligencia emocional de N-Acción
Vengo observando, no sin preocupación, que desde hace unos cuantos años, hemos ido cambiado de postura ante la vida. El “¡Porque yo lo valgo!” que protagonizaba Andy McDowell en una campaña publicitaria de unos conocidos cosméticos ha dejado una impronta de la que no sé si nos desharemos tan fácilmente.
Se ha pasado de una actitud autocastigadora a una actitud autocomplaciente y hedonista donde la responsabilidad de nuestros actos y decisiones no son de uno mismo sino de la sociedad, del otro o de cualquiera que no nos dé la razón o que no cumpla nuestras expectativas.
Me percato de este tipo de actuaciones en muchas de las situaciones en las que me encuentro a diario; mi ex pareja, sin ir más lejos, ha decidido que yo soy la culpable de todos sus males, de obligarlo a ponerme los cuernos, de obligarlo a cumplir con sus deberes de padre, de que sus hijos lo cuestionen… ¡Porque él lo vale!
Mis alumnos lo valen, no les puedes corregir ningún error en los exámenes porque ellos lo han puesto allí y ellos sabían lo que querían decir, no les puedes reprender ninguna conducta porque nunca hacen nada mal, no les puedes dar una nota por debajo de sus pretensiones, aunque no se hayan esforzado lo más mínimo, porque ellos quieren estudiar medicina y no les va a llegar la nota…
Los trabajadores de mi empresa también lo valen y se sienten defraudados si hay que cambiarles las funciones o si el puesto que se les ofrece, porque las necesidades de la empresa así lo requiere, no se ajusta a su alta concepción de sí mismo, que curiosamente siempre es mayor que la que percibimos los demás.
– ¡Se podría haber hecho un esfuerzo organizativo para que YO, pudiera tener un puesto superior!- fue la última perla escuchada.
– ¿Y por qué deberíamos haber hecho ese esfuerzo?
– Pues… ¡Porque yo lo valgo!
Y así nos va… siento que vivimos en una sociedad cada vez más infantilizada, donde las personas creemos que nos lo merecemos todo porque sí, donde, cual niños, no asumimos nuestra parte de responsabilidad en las situación, donde no se cumple con los compromisos implícitos en cualquier decisión o camino que se toma en la vida, donde la parte del esfuerzo que corresponde a cualquier actividad se rehúsa con vehemencia, donde cogemos una pataleta cada vez que no se hace lo que nos apetece…
El bonito y necesario mensaje de quererse y de elegirse a uno mismo se ha confundido con el peligroso ¡Porque yo lo valgo! llevándonos a actuar como niños intolerantes a la frustración en una sociedad cada vez más inmadura