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¿Qué es la Autoconfianza?

  • Posted by Paloma Gámez
  • Categories COACHING, Manuel Férreo, N-Accion
  • Date octubre 10, 2021

El concepto de Autoconfianza

Hablar de una competencia emocional/personal como la autoconfianza (elemento psicológico), nos llevaría a poner el foco  (siguiendo a D. Goleman) en aspectos relacionados con tipologías de nuestra personalidad (desarrollo personal) y/o comportamientos (vida social): analizar uno de los elementos del talento y ver cómo orientar esa competencia a nuestra eficacia personal, facilitando una relación eficaz de la persona con su entorno.

Y es que tanto la confianza en otras personas como la confianza en uno mismo son elementos fundamentales para tener una vida satisfactoria sostenida por compromisos sólidos y duraderos, como si para gozar de la tranquilidad necesaria no tuviéramos que renunciar a nada, lo que conlleva la necesidad de creer en nosotros mismos y en las personas que nos rodean (amigos, familiares, personas de nuestro entorno laboral, vecinos, conocidos u otros).

Entender la confianza en uno mismo como la apreciación que tenemos acerca de nuestras capacidades para alcanzar una meta, lleva  consigo un sinfín de pensamientos y creencias que nos limitan o nos hacen sentirnos libres en diferentes contextos vitales y el inexcusable proceso de revisar aquellas creencias y de cambiarlas nos impulsará a repetir intentos sin necesidad de asociarlos a los resultados (fracasos y victorias) para así mejorar nuestras habilidades (que ahí están sí o sí), fortalecerlas y alcanzar esa transformación: del “no puedo” al “soy capaz” de tomar decisiones a pesar de las incertidumbre y las presiones.

Imaginar este proceso de conocimiento de uno de los elementos de nuestro “talento”, me lleva a imaginar una gran pasión, aprender a jugar al ajedrez: aunque desde pequeña ya sabía que ese juego me gustaría y me divertía infinitamente, solo contemplaba y admiraba la elegancia de cada partida que jugaba mi padre y mi abuelo (concentración, respeto, inteligencia, observación, estrategia, paciencia y mucha templanza para no sucumbir ante el adversario que siempre parece nos va a poner en jaque), confiaban en nosotros mismos cuánto más conocían la técnica y las reglas de juego:

  1. Revisar nuestras propias capacidades y las creencias que las limitan (conocernos a nosotros mismos). Ambos sentían pasión por el ajedrez.
  2. Querernos a nosotros mismos y cuidar cómo hablamos de nosotros a los demás. Aprendían de las derrotas y a ser buenos perdedores; tenían capacidad de concentración y confianza en ellos mismos para superar la tensión.
  3. Pensar en positivo. Practicaban con frecuencia. Si no recuerdo mal, cada domingo después de comer, para saber adaptarse a los ritmos de juego uno del otro, convirtiéndose en nobles luchadores.
  4. No buscar ni necesitar la aprobación de los demás. Con el tiempo, iban haciéndose auténticos “ajedrecistas” y yo también, olvidándome de que ellos siempre serían mejores jugadores que yo.
  5. Dejar de compararme con otros.

Y jugando en mis ratos libres, con todo aquello que de ellos aprendía, comprendí que ni un Zugzwang (tener que mover ficha aunque hagamos lo que hagamos la jugada está perdida) ni una derrota nos convierten en malos jugadores, sino auténticos y genuinos jugadores, maestros de nuestra estrategia: con ello aprendí a mejorar mi autoestima y a confiar mucho más en mis capacidades para lograr otros objetivos (mi propio rendimiento, bienestar y satisfacción). 

Cual partida de ajedrez, trabajar nuestra autoconfianza nos enseña a superar barreras y dificultades, convirtiéndonos en mucho más resilientes y en definitiva a ser mejores jugadores o protagonistas de nuestra vida, -aprendizaje que iniciamos con la percepción de la autoconfianza que depositamos en nosotros mismos de que lo podemos conseguir, hasta que finalmente logramos nuestro objetivo- capaces de terminar la partida como vencedores o vencidos, pero siempre con la satisfacción de haber jugado nuestro propio juego.

Aprender a terminar cada partida (guiados de nuestro instinto y pasión, con la práctica ensayo-error) nos permite desarrollar nuestras destrezas y adquirir nuevas capacidades–uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final, pase lo que pase. Uno gana raras veces, pero alguna vez gana (Harper Lee)-, aumenta nuestra confianza y  nos permite avanzar en el aprendizaje, alcanzar nuestros objetivos y si no los alcanzamos en este intento, vendrán otras partidas: no nos servirá compararnos con quienes sí lo lograron, pero sí nos hará mover otras fichas y adoptar nuevas estrategias en la próxima jugada y poder decir, desde la tranquilad, “Jaque mate”, objetivo conseguido.

 

¿Cómo desarrollar la Autoconfianza?

No nacemos con autoconfianza, aunque en muchas ocasiones la adquirimos de forma natural cuando nuestros padres, profesores y entorno nos la han enseñado, pero cuando no es así, hay que saber que podemos adquirirla, que somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de construirla. Muchas veces no lo hacemos porque no sabemos por dónde empezar o porque lo hemos intentado con esfuerzo pero sin éxito.

La confianza en uno mismo es la seguridad en nuestras propias capacidades y en nuestras cualidades. Es el convencimiento de que poseemos determinadas aptitudes que nos permiten realizar aquello que deseamos, venciendo obstáculos y realizando esfuerzos, sin desanimarnos en el intento, porque tenemos la certeza firme de que somos capaces de conseguirlo. La confianza está basada en el conocimiento personal.

Con el escenario de una Pandemia Mundial y tras un año y medio de confinamiento, ante el desafío de adaptar mi forma de trabajar al nuevo modelo mixto del “teletrabajo”, pude darme cuenta de como pasaban ante mí oportunidades profesionales a las que otros se agarraban cambiando su futuro más inmediato. Yo seguía impasible mirando pero inmóvil, observando a los otros y pensando que yo nunca podría conseguir los logros que otros parecía tener asignados “mágicamente”. Simplemente dejaba que las cosas pasaran a mí alrededor, sin hacer todo o nada para conseguir el resultado que yo esperaba. Decidí dejar de mirar alrededor y contemplarme a mí misa, ahí sentada, quieta, en silencio.

Pensé entonces que si no me ponía en pie, seguirían pasando delante de mí aquellas cosas que yo quería tener en mi vida y que no me atrevía a pedir o a coger por mí misma. Decidí entonces deshacerme del pensamiento limitado, de las incertidumbres y del comportamiento que obstaculizaba mi potencial.

La escalera para construir o reforzar la Autoconfianza

  • Buscar y encontrar intereses y habilidades que nos gustan y que siempre quisimos hacer a priori. Descubrir aquellas cosas con las que disfrutamos y nos hacen sentir bien, nos permiten observar nuestras capacidades y ponerlas en práctica. Primer paso: ponerme a escribir todo aquello que por mi cabeza había estado pasando, con dosis de creatividad, creando historias…, recordando todo lo pasado y lo “no vivido” para disfrutar.
  • Arriesgar a que otros me desaprueben o rechacen. Superar el bloqueo de pensar que todo lo que hago debe ser a gusto de los demás y tener su aprobación, no ha hecho más que paralizarme. ¿Y si nos lanzamos a hacer cosas nuevas, gusten o no a los demás? Pasado este escalón, me apunte a un taller de teatro, aquello que todos decían que era una pérdida de tiempo, me abrió el horizonte para contar historias…
  • ¿Y si no hago bien? Ajustar mi perfeccionismo: Y puestos a revisar estructuras y pensamientos, ¿por qué yo tengo que exigirme más de lo que le exigiría a los demás? Equivocarse está dentro de las posibilidades y eso no es fracasar, sino aprender… Si repaso las consecuencias de errores cometidos, puedo ver que no han sido el fin del mundo. Pasan y nos hacen avanzar. Puedo intentarlo, tantas veces quiera. En mi propio trabajo no defender aquello que creo está bien simplemente porque no es perfecto o puede hacerse mejor, termina por perder oportunidades de acreditar que sé, que puedo y que lo hago bien.
  • Afrontar miedos en busca de alcanzar mis objetivos. ¿Qué es lo que hasta ahora me ha impedido ser capaz de hacer cosas que pensaba no podría hacer? ¿cuántas veces lo intenté después de equivocarme por primera vez? Le doy otras cien mil vueltas, no lo intenté “por si volvía a fracasar”. Lo retomo.
  • Confío en mí un poco más. Apunto de nuevo aquello que he logrado, las habilidades que van saliendo y que me hacen hacer las cosas bien y también los fallos que se han puesto de manifiesto. Acepto mis limitaciones y valoro mis habilidades. Como todos, hay cosas que nadie puede hacer como yo, son a mí manera y están bien. Hasta los demás pueden apreciarlo y los que no lo ven, no influyen en que yo siga, erre que erre.

Me pongo en acción y termino la primera función en la que actúo, mi memoria no me ha fallado ni mi
capacidad de transmitir y la gente aplaude a lo lejos. Y pienso, ¿por qué no lo hice antes? Algo ha cambiado.

Paloma Gámez
Alumna del Máster en Coaching Profesional, Inteligencia Emocional, Desarrollo Personal y Liderazgo

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