¿QUIÉ PUEDO HACER PARA QUE SE QUEDE, “MISTER COACHING”?
Manuel A. Férreo: Director del Máster de Coaching, Inteligencia Emocional, Relacional y Ciencia Cognitiva de N-Acción y la Universidad de Alcalá
Tal vez consiga que me quede, pero de momento déjeme decirle que…………..
En la anterior “entrega” avanzamos que la magia del coaching en la salud tiene su base en la construcción de una competencia generalizada esencialmente en los profesionales de la salud, en todos sus ámbitos y fases de actuación.
¿Cuál es la base de partida para que los profesionales realicen su trabajo de forma excelente? ¿Qué podrían hacer aún mejor? En el ámbito de la Relación de Ayuda podemos centrarnos en el problema o en la persona. Aventuraría a decir que el noventa por ciento de las los profesionales del ámbito de la salud, está centrado en el problema y deja un poco de lado a la persona como centro, por desconocimiento de la importancia que tiene. Es aquí donde quiero enfocarme porque es lo que puede determinar un cambio de mirada del “cuidador” en todas sus clases.
El gran precedente del “concepto novedoso” de la Relación de Ayuda centrada en la Persona es la Psicología Humanista, que tiene su referente en Carl Rogers. Esta deriva de la psicología, que considera al ser humano “completo” salvo excepciones, trata esencialmente de tres grandes actitudes que los profesionales deben incorporar, en mayor o menor medida, si desean ayudar a otras personas a resolver sus propios problemas (en este caso enfermedades o para prevenirlas). Para ayudar no es necesario que exista ninguna invasión del otro, no sólo considerándolo enfermo sino también inútil por creer que no es capaz de colaborar a solucionar sus propios problemas. Desde este paradigma, el profesional debe centrarse en la persona y no en el problema, aunque esto no querría decir, por supuesto, que se olvide de éste.
Stricto sensu, podemos considerar que son relaciones de ayuda, la psicología clínica de Rogers u otras afines, el apoyo psicológico de organizaciones como el teléfono de la esperanza o las que se ejercen en determinados cuidados sociales a personas mayores o con algún tipo de discapacidad. Cualquier actividad que considere que la persona posee todos los recursos para poner en marcha los mecanismos que le lleven a la resolución o mitigación de sus problemas podríamos incluirla en esta categoría. Así, Lato sensu, en el ámbito de la salud, todo tipo de relación es de ayuda, sobre todo si nos centramos también en la persona y no sólo en el problema. Trabajar con la metodología del coaching podría convertir a los profesionales de la salud (de todas clases), en auténticos profesionales de la ayuda global a la persona.
No me gustaría que se entendiera lo anterior como demagogia barata y dar la impresión errónea de que el coaching resuelve problemas de las personas, y mucho menos en el ámbito que nos ocupa. Considero que, en cuanto a la salud, lo difícil es definir el concepto problema. Este asunto merece algún espacio más amplio que el que pretendo con este artículo, ya lo desgranaremos en otro, si decido continuar, ¡claro! Para considerar el coaching como un cierto nivel de relación de ayuda, no es necesario llegar tan lejos. Nuestro planteamiento se centra en profesionales cuyo nivel de relación es menos intenso. Nuestra pretensión es que lo apliquen profesionales cotidianos de la salud, tanto los que se relacionan con enfermos como de los que intervienen en grado de prevención.
José Carlos Bermejo, del Centro para la Humanización de la Salud, trata de forma magistral y extensa en toda su obra la Relación de Ayuda. Él va más allá y habla de “Councelling”. Personalmente considero que éste es un concepto más amplio, solo reservado a determinado tipo de profesionales. No es algo que pueda generalizarse al conjunto de personas que nos tratan y con las que tratamos en el ámbito de la salud de manera cotidiana.
Así, bajando al terreno de lo más cotidiano, trataremos con la primera gran actitud de toda persona que pretenda ayudar a las personas en cualquier grado: La Empatía. Es una palabra que proviene del griego empátheia (“lo que se sufre”) y que el DRAE define como “Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. Rogers pensaba que si “la persona que pretende ayudar” establece este tipo de relación con la persona que necesita ayuda, el cincuenta por ciento del trabajo ya está hecho. En el ámbito popular se identifica como “ponerse en los zapatos del otro”, aunque personalmente lo completaría con “que el otro perciba que me estoy poniendo en sus zapatos”. Así quedaría completa la definición popular.
Todas las personas que pretendan usar la metodología del coaching deben estar entrenados y haber desarrollado esta actitud de manera más potente que cualquier otra persona.
¿Y por qué hablamos de actitud y no de competencia tal como se habla en los “manuales” de coaching? La definición de competencia es amplia y sujeta (como casi todos los conceptos sociales y humanos) a controversia. Personalmente, a esta competencia, le asigno tres aspectos asociados: La Aptitud, la Actitud y la Habilidad para ser empático.
Respecto a la primera, Giacomo Rizzolatti (premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica), investigó recientemente acerca de que determinadas neuronas del ser humano podrían ser las causantes de la imitación límbica o emocional del “otro”. Las neuronas espejo que ha estudiado, podrían ser consideradas como la base biológica de la empatía. Determinaría que éstas vienen “de serie” con nosotros, de tal manera que todos los seres humanos normales poseemos esta aptitud y no es necesario entrar en su consideración. Personas con tipologías de la personalidad como los psicópatas, narcisistas y otras afines constituyen un grupo “anormal”, ya que carecerían de estas neuronas, las tendrían deterioradas o en menor cantidad de lo normal. Son personas con una incapacidad biológica para ser suficientemente empáticas.
El segundo aspecto es la Actitud. Se trata de la voluntad de serlo. De querer actuar para conseguir ese nivel de relación. Aquí es donde entramos en el nivel de la implicación personal con la relación con el paciente o con el que teme o pueda serlo. Es éste el primer paso para que podamos aplicar la metodología del coaching. Sin él, nuestra relación será la habitual y enfocada en el problema. Previsiblemente efectiva en su resolución pero con un camino más tortuoso para quien está al otro lado de la relación (el enfermo o el familiar). Estaremos centrados en el problema (y tal vez en su solución), pero habremos dejado de lado a la persona.
No obstante, aún necesitamos conocer un tercer factor. Éste es la Habilidad Empática. Es decir conocer las técnicas de establecer esa relación una vez que hemos decidido hacerlo. Es el aspecto que la inmensa mayoría de los profesionales del ámbito de la salud, desconocen. No tienen una actitud desdeñosa, salvo excepciones, pero carecen del entrenamiento necesario para poder realizarlo con éxito. Éste consiste en estar en el punto adecuado de la relación necesaria.
Y voy acabando……..Dado que no dudo de las aptitudes de todos los profesionales, y tampoco de la actitud de la inmensa mayoría, sólo queda desarrollar este tercer factor, es decir, aprender y desarrollar una competencia total de las habilidades empáticas.
¡Gracias! Míster Coaching por esta nueva “lección”. Ahora lo veo, usted tiene la solución: ayúdenos a aprender y a practicar estas habilidades empáticas, ¿No le parece retador? Quédese, al menos hasta que aprendamos algunas cosas más. No nos vendrá mal, escuchar más, observar todo alrededor, y acompasar mejor a las personas con las que tratamos todos los días y sobre todo con las que necesitan una atención especial. Estoy seguro que en próximas “entregas” iremos aprendiendo de usted más despacio y más a fondo.
Hoy no quiero cansarle más, ya habrá tiempo. Le prometo que si seguimos en este camino, en poco tiempo podrá marcharse porque su espíritu y conocimientos se habrán quedado con nosotros. Son muchas conversaciones las que nos esperan y ¡qué interesantes y necesarias! En la próxima podremos aprender conceptos y estrategias nuevas. No sé si podré esperar….
¡Quédese Míster! Necesitamos seguir aprendiendo para ponerlo en práctica.